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El océano del mal karma
Autor: Absolute Finger Flick
Capítulo uno: Pesadilla
Hora de actualización 2009-1-5 12:44:00 Número de palabras: 3378
Fuegos furiosos se encendieron en todas direcciones, rodeando fuertemente a una débil chica vestida de blanco. El fuego se arremolinaba a su alrededor como una boa constrictor y el humo negro la asfixiaba hasta hacerla toser. Todo lo que inhalé fue humo acre. Todo su cuerpo ardía como si lo hubieran metido en un horno. El fuego llenó el cielo, como un demonio, y pudo devorar a la indefensa niña de un bocado. Sentí náuseas en el pecho y el miedo pareció detectarse por el fuego implacable. Las llamas se dispararon cada vez más alto, cubriendo el cielo. Allí bailaron salvajemente, una danza fantasmal de victoria.
No pudo soportar más y se arrojó al fuego. Por lo que he visto, es rojo bailando con el mal. El rojo sangre perfila una hermosa imagen. La elegante figura del diablo, a través del rojo fuego, es fría para el alma. Una risa triste llenó el cielo. La risa atravesó los oídos de la niña como una espada. El dolor intenso puede provocar sangrado.
La risa finalmente cesó. Una voz sonó a su alrededor. Una voz pura y hermosa pasó suavemente. Te sorprenderá que exista una voz tan hermosa en este mundo, suficiente para hacer que miles de personas se rindan a sus pies, ebrios de ella y locos por ella. Y sus palabras son un viento del este feroz y cruel que mata a todos los seres vivos en un instante.
"Todo es malo, un ciclo sin fin, todos los que te aman y las personas que amas morirán por tu culpa. En el pasado, ahora y en el futuro, nunca obtendrás el amor verdadero. La soledad es tu destino en la vida. Ja-ja-ja-"
La risa sonó de nuevo, como una mano delgada y odiosa, apretando el cuello de la niña, y llamas volando por todas partes. La niña luchaba desesperadamente, pero no podía apartar las manos que estrangulaban su cuello.
"Me duele, me duele, no puedo exhalar..."
Cuando ya no tuve fuerzas, mis párpados se cerraron lentamente. El mundo rojo se volvió negro...
De repente se abrió, el techo blanco...