Una colección de dichos clásicos del filósofo francés Sartre
Jean-Paul Sartre (1905-1980) fue uno de los filósofos franceses más importantes del siglo XX y el principal representante del existencialismo ateo francés. Es también un excelente escritor, dramaturgo, crítico y activista social. Sartre fue uno de los defensores más activos del socialismo occidental y se negó a aceptar ningún premio durante su vida, incluido el Premio Nobel de Literatura de 1964. Estuvo del lado de la justicia en todas las luchas de posguerra, expresó simpatía por todo tipo de personas desfavorecidas y se opuso a la Guerra Fría.
Frases célebres de Sartre:
1.
2. El mundo es absurdo y la vida es dolorosa.
3. El ser humano es ante todo criaturas que se esfuerzan hacia un futuro y saben que lo están haciendo.
4. Empecé mi vida sobre un montón de libros, y sin duda terminaré mi vida entre un montón de libros.
5. ¿Es dos años mayor que yo? Ha obtenido muchos beneficios durante estos dos años.
6. La duración de esta relación no debe verse interferida por otros factores además de los sentimientos, como la ley.
7. Considerar las obras de arte como logros trascendentes y creer que la producción de cada obra es beneficiosa para el mundo.
8. Hay un amor necesario entre nosotros; pero al mismo tiempo, también nos damos cuenta de que es necesario un amor accidental.
9. Afirmo ser un salvador apoyado por el pueblo, pero en realidad estoy salvando mi propia vida en privado.
10. La pobreza interior y el sentimiento de mi propia inutilidad me impulsaron a aferrarme al heroísmo y a ser reacio a dejarlo ir.
11. Un ser humano es como una semilla que cae accidentalmente en este mundo. No tiene esencia alguna, sólo existe si quieres establecer tu propia esencia, debes demostrarla a través de tus propias acciones. . El hombre no es más que el resultado de sus propias acciones.
12. A los ojos de las personas mayores, la juventud es maravillosa. Podemos soñar mucho, fracasar, llorar y brillar intensamente. Sin embargo, cuando somos jóvenes, no conocemos su belleza. Siempre hablamos de nuestras penas sin estar enfermos, o pasamos nuestra juventud de manera decadente y pasiva. Sólo cuando ya no somos jóvenes podemos darnos cuenta de su valor.