Mi perro y yo tenemos 10 direcciones de texto acordadas.
Vista previa del contenido:
Capítulo 1
I No sé llorar.
Ha sido así desde que tengo uso de razón. Mientras muestre el más mínimo signo de llanto en mi rostro, mi madre estará llena de amor y no podrá evitar tenerme en sus brazos. Ella me abrazó y me describió lo linda que era mi expresión en sus ojos. Cuando escuché sus elogios, no quise llorar más y las lágrimas se evaporaron antes de darme cuenta. Con el tiempo, poco a poco fui perdiendo las ganas de llorar. Realmente olvidé cómo llorar. En veintidós años, nunca he llorado ni una sola vez.
Mi madre es una mujer poco confiable.
Por ejemplo, cada vez que metía ropa doblada en el armario, mi madre sospechaba que había más ropa que antes de lavarla porque no podía meterla. Por ejemplo, en aquella época había una especie de zapato (inspirado en fregonas y pantuflas), y mi madre lo compró felizmente. Cuando trapeaba el piso, usaba esas extrañas pantuflas y se deslizaba por la habitación como un patín de hielo. A mi madre también le gusta comprar muchas verduras a la vez. Cuando no puede terminar de comerlas y tiene que tirarlas, se disculpa seriamente con las zanahorias marchitas o el apio podrido.
Recuerdo que una vez la vi sosteniendo un pimiento verde podrido y pensé seriamente, si este pimiento verde se planta en el jardín, habrá mucho verde...