Una composición que describe a los aldeanos viendo películas taquilleras en el campo.
En el autobús, miré por la ventana. Tan hermoso. Los árboles están cuidadosamente dispuestos, las hojas susurran como para darnos la bienvenida, las flores nos sonríen con gotas de rocío de cristal y la hierba nos saluda con la mano. En el camino, las gallinas atrapan insectos, los perros corren y los gatos juegan.
Por fin llegué a casa de la abuela, ¡guau! La casa está casi en reparación, el exterior es tan blanco como la plata y el interior es espacioso y hermoso. Llegué al patio trasero, donde había un gran estanque. La brisa soplaba y el agua verde ondulaba en círculos. Me recordó el poema que me enseñó mi maestra: el agua verde es despreocupada y el viento arruga la cara.
Íbamos a alimentar al ganado vacuno y a las ovejas, y recogimos mucha hierba tierna por el camino. Cuando llegamos allí, nos quedamos estupefactos: ¡todas las vacas del establo estaban afuera y solo había cerdos! Cuando estábamos a punto de regresar frustrados, de repente recordé: ¿acaso los cerdos no comen pasto también? Entonces mi madre, mi hermana y yo tiramos la hierba al establo. Viendo a los cerdos comer hierba con deleite, sonreí feliz...
También íbamos al campo a recoger verduras. Los verdes campos de hortalizas nos mantuvieron ocupados y me dieron una sensación de cosecha. La cocina rural es un placer para mis ojos.
Hoy estoy muy feliz. ¡Definitivamente volveré al campo!