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Una tarde, cuando salí, me subí al auto y encontré un lugar para mantenerme firme. El teléfono sonó, pero no había mucha gente y no presté mucha atención a contestar. Esa es la voz de mi hermana. Si no recuerdo mal, esta fue la primera vez en los últimos años que mi hermana tomó la iniciativa de llamarme. Cuando escuché a mi hermana llorar en medio del ruido y decir que quería matar a ese hombre y a su marido, sus lágrimas corrían silenciosas y desenfrenadas...
Escuché a mi hermana y con calma Él me consoló: "Si tienes alguna idea, llámame. No hay nada que decirme. Estoy aquí contigo, hermana".
Mi hermana no escuchará nada malo en mi voz. En ese momento, no tuve más remedio que hacerle saber que todavía estaba allí. Dios no cerrará una puerta, pero abrirá otra. Mientras viva, hay una manera. Pero no debo desanimarme y no estar dispuesto a hacer lo que se me pide.
Colgué el teléfono y estaba de muy mal humor, de repente me decepcioné de todo, de la naturaleza humana y de las emociones, de todo...
Mi hermana nació tarde. Década de 1950. Tengo 12 años más. Sólo una ronda. Cuando tenía dieciocho años, por amor y por un hombre al que amaba, se escapó en secreto para casarse en Birmania sin el consentimiento de su familia.
En ese momento, tal comportamiento equivalía a traición. Mi hermana fue expulsada del país y humillada por su familia.
No fue hasta las primeras etapas de reforma y apertura en la década de 1980 que la situación mejoró...